Hacia el Regionalismo Abierto

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Clave el Papel de los Aranceles Externos

Son dos los fenómenos que están propiciando la integración de América Latina. Por una parte, la liberación unilateral, la desregulación y la estabilización han creado condiciones que de manera "natural" o espontánea favorecen una mayor interdependencia económica entre naciones que se hallan relativamente cercanas en términos geográficos y culturales. Si bien, se da la existencia de políticas explícitas de integración de carácter preferencial, que también han propiciado la interdependencia.

El regionalismo abierto consiste en reforzar la relación entre ambos fenómenos, es decir, la integración de facto y la integración producto de ciertas políticas, con el fin de elevar la competitividad de los países de la región y, en la medida de lo posible, sentar las bases para la construcción de una economía internacional más abierta y transparente, consigna Juan Alberto Fuentes en un trabajo sobre La Transición del Bilateralismo al Regionalismo Abierto en América Latina.

Entre las condiciones que deben satisfacerse para hacer congruentes los acuerdos de integración con el regionalismo abierto se encuentran, la celebración de dichos acuerdos entre naciones que han logrado estabilizar sus economías, a la vez que se refuerzan las instituciones regionales que ofrecen financiamiento a las balanzas de pagos con el fin de reducir al mínimo los riesgos de que se presentasen desequilibrios de tipo macroeconómico.

Otro factor, es propiciar una amplia liberación de los mercados en términos de sectores, incluyendo los de bienes y servicios, sin dejar de estipular periodos diferentes de transición que permitan un ajuste gradual.

Fomentar una amplia liberación de los mercados en términos de países, lo que implica facilitar el ingreso de nuevos miembros y, en especial de los socios comerciales importantes o "naturales".

Resulta igualmente clave, el regirse por reglas estables y transparentes, particularmente por aquellas reglas comerciales que son congruentes con el GATT y armonizar los estándares técnicos de acuerdo con los convenios internacionales existentes. También resulta necesario aplicar niveles moderados de protección contra competidores externos y promover el empleo de aranceles externos comunes, que de ser necesario, sean introducidos gradualmente.

La existencia de reglas multilaterales y la armonización de los estándares técnicos reducen los costos administrativos y el desperdicio a la vez que, los mercados más grandes propician mayores inversiones. Por su parte, los aranceles externos comunes desalientan la triangulación y el contrabando a la vez que hacen innecesaria la existencia de reglas de origen, las cuales se emplean cada vez más en el continente como instrumentos proteccionistas disfrazados.

Existe cierta evidencia, asegura Juan Alberto Fuentes, de que los acuerdos de integración están avanzando gradualmente hacia algo que podría considerarse cercano a un regionalismo abierto. No obstante dicha tendencia aún no parece particularmente fuerte. Todavía existen muchos acuerdos comerciales que restringen el libre comercio a una lista positiva de productos, en lugar de definir una lista "negativa" de excepciones. La apertura comercial, opina, ha reducido el proteccionismo vis a vis al resto del mundo, pero la existencia de reglas de origen particularmente estrictas para ciertos tipos de productos, como textiles y automóviles, amenazan con reducir la fuerza de los acuerdos preferenciales, a la vez que la cobertura real de éstos en las áreas de servicio o inversión, sigue siendo limitada.

La liberación unilateral, la estabilización y la desregulación, siguen siendo la explicación esencial de la creciente interdependencia de América Latina. si bien, entre 1990 y 1993 el comercio intrarregional aumentó más del doble, el hecho de que el porcentaje de importaciones intrarregionales cayera de 16% del total de importaciones en 1990 a cerca de 14% en 1993, confirma la hipótesis.

la mayoría de los acuerdos bilaterales que se firmaron dentro de la ALADI, durante la década recesiva de los 80, son de tipo muy restringido, así como los que pactó Perú cuando salió del GRAN, el Grupo Andino. El rasgo más distintivo del acuerdo, es que otorga concesiones comerciales recíprocas sólo para determinadas listas de productos y, por lo general se limitan a aquellos productos que ya comercian las parejas de países. Este tipo de pactos restrictivos es el que predomina en el continente. Por el contrario, se consigna en el artículo, los de tipo sectorial, que implican liberación o regulación del comercio a nivel sectorial, no han sido muy numerosos en América Latina. Dicho tipo de pactos ha sido muy importante en la política comercial de Estados Unidos, cuyo ejemplo es el convenio automotriz entre este último país y Canadá y, los acuerdos agrícolas firmados por los tres miembros del Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLC).

Existe el tipo de acuerdo bilateral que contempla una amplia liberación del comercio de bienes. Chile es el país que más ha promovido este tipo de acuerdo, los cuales restringen las excepciones a una lista "negativa" de productos a los que no se aplica el libre comercio recíproco.

Dentro de los esquemas subregionales de integración, los acuerdos bilaterales formales o informales también han proliferado. Además de los acuerdos bilaterales muy restrictivos que Perú firmó con otras naciones del GRAN, Colombia y Venezuela también firmaron de facto un área de libre comercio bilateral (con listas negativas) a principios de la década de los 90, ya que los otros miembros del esquema aplicaban diferentes tipos de restricciones al comercio intrarregional.

Los costos del bilateralismo son muy elevados. Entre ellos se encuentran los que implican el administrar una serie de acuerdos con normas, tasas arancelarias y calendarios de liberación diferentes. Las tensiones generadas con otros países que no forman parte de los acuerdos, pero pueden compartir compromisos subregionales de integración con uno de los miembros del tratado bilateral, incluyendo la fatiga derivada de las continuas negociaciones y sus costos políticos.

La suscripción de acuerdos bilaterales también implicaría reasignaciones transitorias de recursos, consecuencia de que su efecto sería alterado por la puesta en vigencia del ALCA. Además, apunta el autor, daría lugar a un desperdicio de recursos humanos resultante de la necesidad de efectuar negociaciones internas y externas que, en la perspectiva de la futura suscripción de un acuerdo hemisférico, serían equivalentes a actividades improductivas.

Para poder trascender los límites de los acuerdos bilaterales, es necesario ampliar los pactos existentes, mediante una renegociación que incluya nuevos miembros. Otro camino es la ampliación de los acuerdos bilaterales ya existentes mediante una renegociación que incluya nuevos miembros. También puede propiciarse el acceso de nuevos miembros a los acuerdos de integración ya establecidos; fortalecer el cumplimiento de los compromisos adoptados por los grupos subregionales y avanzar hacia la constitución de un acuerdo hemisférico de integración, en particular el ALCA.

Una obvia manera de trascender los acuerdos bilaterales, de acuerdo con el trabajo de Juan Alberto Fuentes, es el establecimiento de pactos multilaterales de alcance mundial. Casi todas las naciones latinoamericanas han buscado una liberalización unilateral, ahora acompañada de nuevas reglas multilaterales derivadas de la Ronda Uruguay. De hecho, esto contribuye a reducir los costos del bilateralismo, dado que la liberalización multilateral ha disminuido los márgenes potenciales de preferencia y la adopción de nuevas reglas multilaterales tendría que eliminar algunos peligros resultantes de la aplicación bilateral.

Un factor importante en la búsqueda de un camino hacia la integración que más conviene a una nación en particular, es identificar quiénes son sus principales socios comerciales. Es más probable que la firma de acuerdos preferenciales con socios naturales reditúe mayores beneficios que otros acuerdos preferenciales, dado que las posibilidades de desviación comercial son menores, a la vez que la creación de comercio es más elevada. Igualmente, las expectativas de inversión son más favorables, en la medida que el acceso a un mercado importante está asegurado.

Para la mayoría de los países latinoamericanos, se indica, Estados Unidos representa un socio natural que los propios grupos subregionales de integración de los que dichos países forman parte. Las únicas excepciones son Argentina, Uruguay y Paraguay, para los cuales el Mercosur es más importante.

Esto implicaría que la integración de América Latina tendría que ser más amplia, aunque aun tomando a toda la región como un solo socio para cada país, Estados Unidos sigue siendo más importante para muchos países latinoamericanos, incluyendo Brasil.

En el pasado, la integración económica de América Latina se preocupó principalmente por el comercio de bienes, motivo por el cual se agregaron proyectos conjuntos y otros tipos de cooperación más amplia, pero el comercio de servicios, la inversión y la propiedad intelectual por lo general no eran contemplados.

El compromiso de Miami de suscribir un ALCA para el 2005, y el hecho de que Chile empiece a negociar su adhesión al TLC, serían indicadores de que Estados Unidos podría favorecer el regionalismo abierto en vez del bilateralismo. En la medida que la posición de Estados Unidos favorable al multilateralismo continúe siendo debilitada, se incrementará la participación de los países de América Latina en un sistema mas bien fragmentado de acuerdos intrahemisféricos, en los cuales probablemente irían aparejados con un acceso a largo plazo del TLC, acuerdos bilaterales y sectoriales de tipo eje y rayos entre algunos países y Estados Unidos y débiles grupos subregionales de integración dentro de América Latina.

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