El ‘proteccionismo liberal’ de EEUU
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Que cada cierto tiempo la Unión Europea y los Estados Unidos se declaren la guerra –la comercial, se entiende– empieza a convertirse en una perversa costumbre. La pasada semana fue la UE la que lanzó la primera piedra al reclamar ante la Organización Mundial de Comercio (OMC) una compensación de 800.000 millones de pesetas por el regimen de subsidios a la exportación con los que Washington beneficia fiscalmente a sus multinacionales. La batalla tiene ya escrito su final: la indemnización, la mayor de las solicitadas en toda la historia, no se pagará nunca y la sangre seguirá sin llegar al río.
A la vieja Europa siempre se la había supuesto intervencionista, especialmente en todo lo que rodea a la Política Agraria Común (PAC), un instrumento de ayudas multimillonarias a los agricultores, con el que además –y esa es su gran defensa– se protege una forma tradicional de vida y se evita la despoblación de grandes áreas rurales. Pero lo que este conflicto ha vuelto a poner de manifiesto es que, tras su fachada aperturista y sus exigencias de libre mercado en estado puro, Estados Unidos es también una economía con numerosos tics proteccionistas.
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En julio de este año, la Comisión Europea elaboró un amplio informe en el que se relatan en detalle cada uno de de los pecados antiliberales del Imperio. Las ayudas a la exportación, en vigor desde los años 70, constituyen una cuenta –bien es cierto que la más importante– del rosario de disposiciones y políticas con las que la Administración norteamericana resguarda a sus sectores económicos más débiles o alienta a los más pujantes.
“Mientras que en la práctica Estados Unidos ha hecho abundante uso del sistema de resolución de disputas de la OMC, siempre se reserva la posibilidad de tomar medidas comerciales unilaterales”, advierte el documento del Ejecutivo comunitario. En el caso de las ayudas a la exportación, la OMC ya se había pronunciado en marzo en contra de un mecanismo que permite a las firmas estadounidenses reducir hasta un 30% su impuesto de sociedades. Bruselas considera asimismo ilegal la nueva normativa sancionada por Bill Clinton el pasado 16 de noviembre y pretende tener las manos libres para replicar con nuevos aranceles.

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“En el fondo de esta guerra está el miedo de la UE a perder protagonismo en la escena comercial internacional. Europa apenas si progresa en sus acuerdos de libre comercio, salvo en el caso de México, mientras que Estados Unidos cada vez avanza más con estrategias distintas”, asegura Antonio Guerra, analista del Consejo Superior de Cámaras de Comercio.
Los reproches comunitarios son casi un catálogo. El primero de ellos es la extraterritorialidad de algunas leyes norteamericanas, como la Helms-Burton contra Cuba o la de sanciones contra Irán y Libia, que obstaculizan el comercio internacional y la inversión, y pretenden regular el comercio de la UE con terceros países.
El segundo se centra en la legislación norteamericana antidumping, una normativa de 1916 que, según la OMC, viola varios artículos del Acuerdo General sobre Aranceles (GATT) de 1994. La ley prohíbe la importación y venta de productos a precios sustancialmente inferiores a los que rigen en los mercados del país que los produce. EEUU ha presentado alegaciones ante la OMC, escudándose en un caso similar planteado por Japón.
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La UE alerta también sobre la proliferación de regulaciones estatales (algunas de ellas difieren de las normas estándar internacionales), que impiden a los fabricantes importar directamente. Y sobre determinadas barreras aduaneras, como el denominado Impuesto de Mantenimiento de Puertos, que grava todas las mercancías que llegan por mar a Estados Unidos. La Comisión Europea, que ya reclamó ante la OMC, no está en absoluto satisfecha con la legislación alternativa que ha introducido el Congreso.
Por lo que se refiere a sectores concretos, el aeronáutico recibe, a juicio, de los Quince, el apoyo indirecto de la Administración norteamericana (la defensa de Boeing y las denuncias contra las ayudas europeas al consorcio Airbus son ya legendarias), mientras que en el naval un acuerdo de la OCDE de 1994 sobre construcción de barcos, que pretendía regular las prácticas injustas y los precios abusivos, sigue sin aplicarse porque EEUU no lo ha ratificado.
El sector de las comunicaciones sufre, asimismo, restricciones, especialmente el de las comunicaciones por satélite. Los europeos sostienen que el americano no es un mercado libre y denuncian que ofrece ventajas competitivas a las compañías locales, que por otra parte ya han tenido acceso al mercado europeo.
La regulación de la propiedad intelectual tampoco escapa a las quejas europeas. La UE impuso sus tesis en la OMC acerca de los obstáculos a la autorización de trabajos musicales en Estados Unidos, pero está por ver cómo se aplicarán las recomendaciones de la Organización. En relación a las patentes, la coexistencia de un modelo distinto al que rige en el resto del mundo –prima la filosofía del primero en inventar frente a la del primero en registrar– sigue causando problemas.
Pese a todo, la disputa actual no puede ocultar que Estados Unidos y la UE son, el uno del otro, los principales socios comerciales, origen y destino además de los principales flujos de inversión extranjera directa del mundo.
En 1999, bienes por importe de 337.000 millones de euros cruzaron el Atlántico en ambas direcciones. La balanza favoreció a la UE, con un superávit de 23.400 millones de euros. Para dar una idea de la interdependencia de ambas potencias, baste decir que el pasado año EEUU absorbió el 20,3% de las importaciones de los Quince, mientras que éstos fueron destino del 23% de sus exportaciones. En materia de importaciones, la UE es el principal proveedor de los norteamericanos y el segundo gran receptor de sus exportaciones, tras Canadá.
Cada uno de estos dos colosos acaparó en 1998 el 18,5% del comercio mundial total (excluido en el caso de la UE el comercio intracomunitario). Sirva como comparación este dato: los intercambios entre EEUU y Japón sólo representan un 4% de dicho comercio. Conclusión: las guerras comerciales están condenadas a la tregua.

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http://www.el-mundo.es/nuevaeconomia/2000/NE056/NE056-15.html