Las razones del comercio internacional
Hay
diversos grados de apertura de un país al comercio internacional. El más
cerrado, la autarquía absoluta, supondría negarse a cualquier importación; un
pequeño grado de apertura implicaría permitir la importación de productos que
no pudieran ser fabricados en el interior del país; si finalmente se diera
libertad total de comercio, sería lógico esperar que sólo se importasen los
productos que pudieran ser fabricados en el país a un coste excesivamente alto.
Pero lo que observamos en el mundo real es algo más avanzado: con mucha
frecuencia se comercia con productos que podrían ser fabricados fácilmente por
el país importador (galletas, camisas) pero que resulta más ventajoso
adquirirlos en el exterior.
Una
de las ventajas del comercio internacional es consecuencia de las economías
de escala: al aumentar la cantidad producida para satisfacer un mercado más
amplio, los costes medios disminuirán. Además están las ventajas de la
especialización: cuando un individuo se especializa en la realización de
un trabajo concreto, adquirirá más habilidad y maestría en él que los que lo
realizan de forma eventual; esa argumentación, válida para un trabajador
individual, también es válida para una empresa y para un país.
Los
argumentos de carácter económico a favor de un sistema de comercio abierto son
muy sencillos y se fundan en gran medida en el sentido común comercial, pero
también en la realidad, o sea en la experiencia adquirida en materia de
comercio mundial y crecimiento económico desde la segunda guerra mundial. Los
aranceles aplicables a los productos industriales han bajado vertiginosamente.
El 1º de enero de 1999 su media era inferior al 4% en los países
desarrollados. Durante los primeros decenios posteriores a la guerra, el
crecimiento económico mundial tuvo una media de aproximadamente el 5% anual, y
esta elevada tasa se debió en parte a la reducción de los obstáculos
comerciales. El comercio mundial creció a un ritmo aún más rápido, con una
media de alrededor del 8% en el mismo período.
ESTAS
FUERON SUS PALABRAS En un sistema de comercio absolutamente libre, cada país invertirá naturalmente su capital y su trabajo en los empleos más beneficiosos. Esta persecución del provecho individual está admirablemente relacionada con el bienestar universal. Distribuye el trabajo en la forma más efectiva y económica posible al estimular la industria, recompensar el ingenio y al hacer más eficaz el empleo de las aptitudes peculiares con que lo ha dotado la naturaleza; al incrementar la masa general de la producción, difunde el beneficio por todas las naciones uniéndolas con un mismo lazo de interés e intercambio común. Es este principio el que determina que el vino se produzca en Francia y Portugal, que los cereales se cultiven en América y en Polonia, y que Inglaterra produzca artículos de ferretería y otros. (David Ricardo, Principios de Ec. Política y Tributación, 1817) |
Los
datos demuestran que existe una relación estadística indudable entre un
comercio más libre y el crecimiento económico. La teoría económica señala
convincentes razones para esa relación. Todos los países, incluidos los más
pobres, tienen activos -humanos, industriales, naturales y financieros- que
pueden emplear para producir bienes y servicios para sus mercados internos o
para competir en el exterior. La economía nos enseña que podemos beneficiarnos
cuando esas mercancías y servicios se comercializan. Dicho simplemente, el
principio de la "ventaja comparativa" significa que los países
prosperan, en primer lugar, aprovechando sus activos para concentrarse en lo que
pueden producir mejor, y después intercambiando estos productos por los
productos que otros países producen mejor.
¿Pero
por qué un país determinado se especializa en un producto concreto? La
respuesta parece obvia: cada país se especializará en aquellos productos que
pueda producir ventajosamente con respecto a los demás países. ¿Y qué
significa producir ventajosamente? Adam
Smith respondió a esas preguntas afirmando que los países se
especializarán en producir aquellos bienes sobre los que tengan una ventaja
absoluta, es decir, que sean capaces de producir el mismo número de
bienes aplicando menor cantidad de trabajo. Su discípulo David
Ricardo dio un paso más, demostró que todos los países se pueden
beneficiar especializándose cada uno en la producción de bienes aunque no
tengan ventaja absoluta en ellos; es suficiente que tengan ventaja
comparativa, es decir, que sean capaces de producirlo a un precio menor.
CUADRO 15.1 |
||||
|
España |
Francia |
Totales |
|
Nº
obreros |
10 |
10 |
|
|
Horas
mensuales por obrero |
140 |
140 |
||
Horas
en cada par de zapatos |
2 |
4 |
||
Horas
en cada abrigo |
10 |
7 |
||
Producción
mensual sin especialización |
||||
Pares
de zapatos |
5
x 140 / 2 = 350 |
5 x 140 / 4 = 175 |
525 |
|
Abrigos |
5
x 140 / 10 = 70 |
5 x 140 / 7 = 100 |
170 |
|
Producción
mensual especializándose |
||||
Pares
de zapatos |
700 |
0 |
700 |
|
Abrigos |
0 |
200 |
200 |
|
Empecemos
comprendiendo la argumentación de Adam Smith sobre la ventaja absoluta con un
ejemplo. Supongamos que hay dos empresas, una española y una francesa, que
trabajan la piel. Ambas empresas tienen 10 obreros cada una, que trabajan 140
horas al mes. Los obreros españoles son más hábiles fabricando zapatos, hacen
un par de zapatos en sólo dos horas mientras que los trabajadores franceses
necesitan cuatro horas. En cambio los franceses son más expertos con los
abrigos de piel ya que hacen uno en siete horas mientras que los españoles
necesitan diez. Es decir, los españoles tienen una ventaja absoluta en la
fabricación de zapatos (necesitan menos tiempo para hacerlos) mientras que los
franceses tienen ventaja absoluta en la fabricación de abrigos.
Si
no existiese el comercio internacional, tanto la empresa española como la
francesa tendrían que dedicar la mitad de sus empleados a fabricar zapatos y la
otra mitad a fabricar abrigos. Mensualmente los españoles podrían producir 350
pares de zapatos y 70 abrigos mientras que la empresa francesa produciría 175
pares de zapatos y 100 abrigos.
Pero
si existe la posibilidad de especializarse e intercambiar productos a través de
la frontera, las empresas podrán dedicar todos sus obreros a la producción en
la que son más hábiles, consiguiendo la española setecientos pares de zapatos
y la francesa doscientos abrigos. Como la producción conjunta ha aumentado
(antes había sólo 525 pares de zapatos y 170 abrigos en total) el comercio
beneficiará a ambos países que podrán disponer de más zapatos y abrigos.
CUADRO
15.2 |
||||
|
España |
Francia |
Totales |
|
Nº
obreros |
10 |
10 |
|
|
Horas
mensuales por obrero |
140 |
140 |
||
Horas
para cada par de zapatos |
4 |
2 |
||
Horas
para cada abrigo |
10 |
7 |
||
Precio
abrigo/zapatos |
1/2,5 |
1/3,5 |
||
Producción
mensual sin especialización |
||||
Pares
de zapatos |
5 x 140 / 4 = 175 |
7 x 140 / 2 = 490 |
665 |
|
Abrigos |
5 x 140 / 10 = 70 |
3 x 140 / 2 = 60 |
130 |
|
Producción
mensual especializándose |
||||
Pares
de zapatos |
0 |
700 |
700 |
|
Abrigos |
140 |
0 |
140 |
|
Veamos
ahora la argumentación de David Ricardo, sobre la ventaja comparativa.
Imaginemos el comportamiento de las mismas empresas del ejemplo anterior en el
caso de que la francesa tenga ventaja absoluta en la producción de ambos
bienes. Supongamos que ambas siguen disponiendo de diez obreros cada una, que
trabajan 140 horas mensuales. Mantendremos el supuesto de que los obreros
franceses son mejores con los abrigos, fabricando uno en siete horas mientras
que los españoles necesitan dedicar diez horas. Pero ahora los franceses
resultarán también más hábiles con los zapatos, fabricando un par cada dos
horas mientras que los obreros españoles necesitan dedicar cuatro.
Si
no hay comercio internacional ambas empresas tendrán que dedicar parte de sus
trabajadores a cada uno de los productos. Supongamos que, como antes, la empresa
española dedica la mitad de los obreros a cada uno de los bienes consiguiendo
así producir mensualmente 175 pares de zapatos y setenta abrigos. Para
facilitar la comprensión del modelo conviene que supongamos ahora que la
empresa francesa dedica siete trabajadores a la producción de calzado y tres a
la de abrigos, con lo que conseguirá 490 pares de zapatos mensuales y sesenta
abrigos.
Aunque
la empresa española es menos eficiente en la producción de ambos tipos de
bienes, tiene ventaja comparativa en la producción de abrigos. Obsérvese que,
si no hay comercio internacional, el precio de los abrigos españoles equivaldrá
al de 2,5 pares de zapatos, mientras que a los franceses les costará un abrigo
lo mismo que 3,5 pares de zapatos. Es decir, a los franceses les resultan más
caros los abrigos, en comparación con los zapatos, que a los españoles. Un
contrabandista despabilado podría intentar sacar provecho de la situación
llevando abrigos españoles a Francia y zapatos franceses a España.
En
una ocasión, el matemático Stanislaw Ulam desafió al
premio Nobel Paul
Samuelson a que "mencionara, en todo el ámbito de las
ciencias sociales, una proposición que fuera a la vez verdadera y que no
fuera banal". Samuelson necesitó varios años para encontrar la respuesta: la ventaja comparativa. "Su verdad lógica no necesita ser demostrada ante un matemático; el hecho de que no es banal se ve corroborado por los miles de hombres importantes e inteligentes que nunca han podido llegar a la doctrina por sí mismos ni comprenderla una vez que les ha sido explicada." |
Si
la empresa española dedica todos sus trabajadores a fabricar abrigos y la
francesa los suyos a producir zapatos el resultado conjunto será de setecientos
pares de zapatos, todos franceses, y ciento cuarenta abrigos, todos españoles.
El resultado conjunto sigue siendo superior al que se conseguiría si no fuese
posible la especialización. Ambos países podrán disponer de más zapatos y más
abrigos que antes. Ambos países saldrán beneficiados.
Obsérvese
que si alguno de los países estableciera barreras aduaneras que impidieran los
intercambios ambos países saldrían perjudicados. Algunos grupos de presión
españoles podrían pedir el establecimiento de dichas barreras en defensa de la
industria nacional de zapatos. Grupos similares pedirían en Francia la protección
de su industria de abrigos. Estas tendencias proteccionistas suelen tener
desgraciadamente buena acogida social. Pero los ciudadanos partidarios del
proteccionismo no se dan cuenta de que la protección de industrias ineficientes
se realiza a costa de industrias más eficientes que serán las perjudicadas. En
nuestro ejemplo, la protección de la industria española de zapatos perjudicaría
a la industria española de abrigos. En general todos los ciudadanos del país
se verían perjudicados por el establecimiento de barreras comerciales ya que su
disponibilidad de productos sería menor.
LA RELACIÓN REAL DE INTERCAMBIO |
|
¿Pero a qué precio se intercambiarán en los mercados internacionales los abrigos españoles y los zapatos franceses? Con los datos ofrecidos en el ejemplo de la ventaja comparativa sabemos que si no hubiera especialización la relación sería 1/2,5 en España y 1/3,5 en Francia. Como la decisión de especializarse e intercambiar es voluntaria, la relación de intercambio tiene que permanecer entre esos límites para que ambos países resulten beneficiados. Como los españoles van a producir abrigos y los franceses zapatos, a los españoles les interesará que la relación de intercambio esté lo más cerca posible de 1/3,5 ya que así obtendrán más calzado a cambio de sus zapatos. A los franceses por la misma razón les interesará una relación lo más próxima a 1/2,5. |
La relación real a la que se producirá el intercambio (RRI) en una situación tan sencilla como la descrita dependerá exclusivamente del comportamiento de la demanda "mundial" de zapatos y de abrigos. Si la demanda de zapatos es más inelástica que la de los abrigos el precio de los zapatos tenderá a crecer en comparación con el de los abrigos por lo que la RRI tenderá a ser 1/2,5. Para medir en la realidad la RRI de un país en su comercio con otro bastará con calcular el cociente entre el valor de las exportaciones y las importaciones. El único problema está en que esos volúmenes vienen expresados en términos monetarios diferentes. Como las mercancías que importamos de Francia están valoradas en francos, para poder compararlas con las españolas habrá que cambiar su valoración a pesetas multiplicando su importe por el tipo de cambio pesetas/franco. |
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Esta
fórmula está mostrando una tentadora forma de mejorar la RRI:
manipulando el tipo de cambio. Si, siguiendo el ejemplo, el cambio
pesetas/francos disminuye, la RRI aumentará con el consiguiente aumento
de nuestro bienestar. En otras palabras, si hacemos que con nuestras
pesetas se puedan conseguir más francos que antes, podremos obtener así
más zapatos franceses a cambio del mismo número de abrigos. Se dice de
una moneda que es "fuerte" cuando su tipo de cambio con
respecto a las demás permite una RRI favorable... y mantiene esa relación
de forma estable. Es el momento, pues, de que veamos cómo se determina
el tipo de cambio. |