MODELO Y POLITICAS DE INTEGRACION
I
La primera pregunta que esta
ponencia debe responder es la siguiente: ¿Existen modelos generalizables que
permitan sustentar los procesos de integración?
Una cuestión central de la
pregunta es la expresión "generalizables". En este interrogante está
implícito un juicio sobre la existencia de diferencias en las condiciones en
las cuales se desenvuelven los procesos de integración económica, diferencias
que no son de carácter accidental sino sustantivo. Antes de examinar la
relevancia de un determinado modelo o modelos de integración conviene, por lo
mismo, intentar definir las principales características diferenciales que se
presentan en la realidad en los procesos de integración. Al hacerlo, al menos
en principio es inevitable hacer abstracción de rasgos peculiares únicos que
son propios de cada agrupación de integración, y buscar más bien categorías
más generales de diferencias basadas ya sea en los objetivos de la integración
o en las estructuras económicas y políticas, tanto de los países que se
integran como de la propia agrupación. En ese sentido podrían distinguirse los
procesos de integración por las características siguientes:
1. Por el objetivo
formal que se propone la integración
Es la clasificación
convencional de zona de libre comercio, unión aduanera, mercado común, unión
económica e integración económica total. Eventualmente pueden incluirse en el
elenco modalidades más laxas como la zona preferencial, o con un alcance más
circunscrito, como puede serlo una integración selectiva de ciertas
actividades. Esto quiere decir que en general nos ceñiremos al concepto más
riguroso de integración de mercados de productos o productos y factores, sin
que pueda excluirse a priori la posibilidad de referirse a esas otras formas de
integración si el análisis de aplicabilidad en ciertas circunstancias así lo
exigiera.
2. Por las
responsabilidades asignadas al Estado y a los demás agentes privados en el
funcionamiento de la economía
Puede distinguirse la
integración entre:
3. Por el grado de
desarrollo económico de todos los países participantes
Cabe diferenciar la integración
entre:
Conviene anticipar que en el
segundo caso -el de los países en desarrollo- la integración se promueve
primariamente por sus efectos en el cambio de la estructura de comercio y, por
lo mismo, de producción. Tal como afirma Peter Robson (Robson 1980: 146), su
interés se basa fundamentalmente en los "beneficios futuros (prospectivos)
de la racionalización de la estructura emergente de producción".
Contrario sensu, en el caso de los países industriales interesan más los
efectos sobre el patrón existente de comercio y producción, sin excluir, por
cierto, su racionalización.
4. Por la mayor o menor
correspondencia en el grado de desarrollo industrial y estructuras económicas
de los países participantes
La clasificación es
imprecisa porque esa correspondencia nunca es completa. Son gradaciones en un
espectro de posibilidades de las cuales sólo los extremos son nítidos. De
todos modos, es útil distinguir entre integraciones cuyos participantes, en las
características señaladas:
Por las razones anotadas
anteriormente (el cambio de estructura económica como motivación), en la
integración entre países en desarrollo es especialmente significativa la
heterogeneidad (o la homogeneidad) en el grado de desarrollo industrial
alcanzado por cada uno antes de la integración, característica que, cuando la
relación se establece entre países que están dentro de rangos más o menos próximos
del Producto Bruto Interno (PBI) por habitante y tienen otros rasgos
estructurales parecidos, como sucede con casi todos los países de América
Latina, está positivamente asociada con el tamaño del mercado nacional previo
a la integración.
II
Entendemos que la referencia
en la pregunta a modelos de integración no tiene la intención de limitar el análisis
a modelos formales que cumplan con todas las características de una metodología
científica. En rigor, tanto la integración económica como el propio comercio
internacional, que parcialmente la comprende, carecen todavía de una teoría
científica debidamente comprobada por los hechos. Las teorías y modelos
existentes siguen siendo eminentemente especulativos (Blaug 1980: 235-241) y, en
ese sentido, tienen importancia sustantiva los esfuerzos de reformulación que
se hagan basados en una contrastación empírica. Para el análisis que sigue se
usarán indistintamente los términos teoría o modelos en su acepción no
rigurosa.
En un esfuerzo de
simplificación, los modelos de integración existentes podrían clasificarse en
los siguientes:
Por la explicación anterior,
es evidente que el análisis para responder al interrogante respecto a las
posibilidades de generalización debe circunscribirse a la Teoría de la Unión
Aduanera ortodoxa y a las corrientes críticas citadas en último lugar. Pero
como éstas son precisamente críticas de la primera y sus reflexiones no se han
integrado todavía en una teoría distinta, el examen puede concentrarse en la
aplicabilidad de la teoría convencional a las diversas situaciones en las que
se realiza efectivamente la integración, que son aquellas que han suscitado
justamente esos aportes críticos a los que se aludirá esquemáticamente en el
texto cuando sea oportuno.
III
A pesar de las exigencias de
ahorro de espacio de esta síntesis, es inevitable empezar con una referencia a
la Teoría de la Unión Aduanera, tal como fuera expuesta en su forma simple
principalmente por su autor Viner (Viner 1980), porque sigue siendo no sólo el
fundamento del Art. 24 del GATT, sino el sustento teórico de las modalidades de
integración que están hoy en boga en América Latina (1).
El corazón de la teoría es
el análisis de los efectos del establecimiento de una UA (liberalización
interna de los mercados de bienes y arancel externo común -AEC-). Esto supone
una alteración de los precios relativos de los bienes en los mercados
nacionales y tiene consecuencias sobre los flujos de comercio, la producción y
el consumo. Los efectos que interesan a esta teoría son los de creación y
desviación de comercio (2) y sus repercusiones sobre el bienestar de la Unión
y del mundo. Un efecto neto de creación de comercio resultaría en un mayor
bienestar. Un efecto neto de desviación de comercio sería negativo y la Unión
no sería conveniente. Con estos criterios, una UA sólo será conveniente
cuando constituya una aproximación al libre cambio.
Obsérvese que la teoría
toma en cuenta sólo parte de los efectos que pueden derivarse del comercio;
principalmente las ganancias y pérdidas que se derivan de la asignación de
recursos y la especialización internacional. Por ser estática, la teoría no
considera efectos dinámicos como los que el comercio podría tener sobre la
tasa de crecimiento o la estabilidad económica. Entre otras consecuencias, las
ventajas comparativas de los participantes se consideran dadas y son
invariables.
Además de su carácter estático,
la teoría se basa en una serie de supuestos muy restrictivos (Pelkmans 1989:
39-71), entre ellos: competencia plena, equilibrio en los mercados de bienes y
factores, costos constantes o, a lo sumo, crecientes de producción,
inamovilidad internacional de factores (no inversión extranjera) y plena
movilidad interna, etc. Dados sus supuestos de equilibrio, no se ocupa de
ajustes de balanza de pagos y monetarios y elude los efectos distributivos sobre
el bienestar con la noción del óptimo de Pareto, que no se opone a una
concentración total de los beneficios del comercio en una parte si no hay
deterioro en la otra, aun cuando ésta última sea absolutamente más pobre.
La teoría ha evolucionado
posteriormente, en gran medida dentro del mismo modelo básico. Meade, Lipsey,
Vanek, Cooper y Massel y Corden, entre otros, han hecho aportes críticos
de interés en esa dirección. Estos son los cambios salientes: se aplicó la
teoría a la ZLC; se consideraron los efectos sobre el consumo que Viner no había
tenido en cuenta. Se estudió el efecto de la Unión sobre los términos de
intercambio y fue analizado el caso de la producción con ventajas de escala,
que había sido excluida por las hipótesis restrictivas iniciales. Este último
aporte llevó a conclusiones que modifican la teoría de modo importante: la
liberación del comercio no es condición suficiente para conducir a una
especialización óptima (es posible, por ejemplo, caer en lo que se llama una
especialización perversa). Cuando las ventajas de escala induzcan prácticas
monopólicas, será necesario suplementar las fuerzas del mercado con medidas de
planificación y acuerdos de especialización (acuerdos de complementación)
(Robson 1980: 42). Además, otros efectos se añadieron a los identificados
originalmente por Viner (supresión de comercio y reducción de costos) y ya no
fue en todos los casos evidente que la desviación de comercio resultara siempre
en pérdidas de bienestar, como tampoco de que derivasen necesariamente
beneficios de la creación de comercio.
Cooper y Massel y H. Johnson,
contemporáneamente, hicieron otro aporte crítico fundamental mediante el
denominado argumento "no económico" para la formación de la UA: la
integración satisface más eficazmente la preferencia por la industrialización,
un bien público que, como tal, tendría también que ser considerado en
conjunto con el consumo privado en la función de bienestar. Es una explicación
de las políticas reales que no tiene asidero en una teoría de la integración
según la cual, cuando la UA se justifica, el libre comercio será siempre
superior a ella.
Son críticas mucho más
radicales al marco básico de la teoría las que ponen el énfasis en los
efectos dinámicos de la integración en los desequilibrios y distorsiones en
los mercados, que objetan convincentemente algunas de las hipótesis de partida
del modelo convencional. Trabajos de Balassa, Kitamura, Andic, de Andic y Dosser
y de Ffrench-Davis, entre otros, así como una abundante literatura relacionada
con las políticas reales de integración, se han ocupado de estos temas, aunque
sin incorporarlos a la teoría convencional ni decantarse en una teoría
alternativa.
Por supuesto, no es extraño
que cuando se trata de integración entre países en desarrollo tanto los
efectos dinámicos, como toda su imprecisión, como los desequilibrios y
distorsiones de mercados sean los temas de mayor interés y los más ignorados
por la teoría convencional. Sigue en pie la crítica que hiciera Hollis Chenery
en 1961 (Chenery 1981: 252) a la teoría de la ventaja comparativa -fundamento,
como se dijo, de la Teoría de la Unión Aduanera- al señalar su conflicto con
la teoría del crecimiento: la primera es "esencialmente una fórmula
simplificada de la teoría estática del equilibrio general", mientras a la
segunda le "preocupan las interacciones en el tiempo entre los productores,
consumidores e inversores"-, interacciones que, podría agregarse, también
se pasan por alto en la Teoría de la Unión Aduanera, pese a ser el origen de
los efectos que más interesan a los procesos de integración, especialmente
entre los países en desarrollo.
Hacia 1962, en una de las
primeras reflexiones teóricas sobre la integración entre esos países,
Kitamura (Kitamura 1964: 27) subrayaba la trascendencia que tenían fenómenos
dinámicos como los "impactos sobre la inversión y el progreso tecnológico"
y criticaba a la Teoría convencional por ignorarlos. Desde entonces, ya sea
como reflexiones teóricas o como sustento de políticas de integración, se han
multiplicado los análisis sobre efectos dinámicos que podrían derivarse de la
integración. Entre ellos tienen un lugar destacado los trabajos de Raúl
Prebisch y de la Comisión Económica para América Latina (CEPAL) en la promoción
de los primeros intentos de integración latinoamericana.
No obstante toda esa evolución
y frente a las dudas que la teoría debía originar, las propuestas ortodoxas de
política siguen apoyándose en su primera versión: no toda UA es a priori
conveniente; sólo con el análisis de sus efectos se conocerá si lo es. El
mismo Viner menciona varios criterios que servirían para apreciar si una UA
determinada "tendría más probabilidades de funcionar en la dirección del
libre comercio" (Andic y Teitel 1977: 98) y ser, por esa razón,
conveniente. Pero a su juicio sólo un análisis de los efectos posibles puede
confirmarlo.
Si la Unión fuera
conveniente, la remoción de los obstáculos al comercio debe asegurar sus
frutos y la intervención del Estado ha de limitarse a los aranceles, que en
relación con terceros deben ser más bajos que antes de la integración. Si
hubiera otros instrumentos de política económica que puedan afectar la
asignación de recursos (política cambiaria, fiscal, crediticia), estos deben
ser neutros en sus efectos y no hacen falta tratamientos preferenciales de carácter
distributivo.
IV
La reseña anterior de la
teoría y las críticas que se han suscitado sobre su relevancia a los procesos
reales puede ayudar para examinar rápidamente su aplicabilidad a las distintas
características que puede asumir la integración, tal como se ha establecido en
la Sección I.
1. Según los objetivos
formales de la integración
La Teoría de la Unión
Aduanera, con su sesgo exclusivo en una política de libre comercio, se suponía
aplicable a las dos primeras formas de la integración: la zona de libre
comercio y la unión aduanera. Según sus propugnadores, el modelo era también
aplicable al mercado común. La verdad es que la teoría aún dentro de sus
supuestos, es insuficiente en lo relativo a la ZLC y no ha sido desarrollada en
lo que se refiere al mercado común. Son las tres formas que la integración
convencional consideraba como propias de la "integración de
mercados", a la que debía llegarse mediante una pura remoción de obstáculos
al intercambio, con un Estado liberal prescindente. Es lo que se ha calificado
como la integración negativa en la literatura sobre el tema. Esta modalidad de
integración se distingue de la "integración de políticas", que
entraña medidas de "integración positiva" de armonización o
unificación de políticas. Jacques Pelkmans (Pelkmans 1989: 41-42) califica
esta distinción como "dicotomía de la teoría de la integración económica",
particularmente irrelevante para él cuando se trata de economías mixtas, como
son todas las que constituyen la CE.
Por ser el Sr. Pelkmans mi
distinguido compañero en esta Sesión, sobra lo que yo pueda decir al respecto.
Concuerdo totalmente con él en que la distinción tajante entre los dos tipos
de integración es artificiosa, especialmente si se trata de economías mixtas,
y que el énfasis de la teoría en la integración de mercados ha sesgado la
investigación hacia la llamada "teoría pura", en perjuicio de la
reflexión sobre la "integración de políticas"; sin embargo es en ésta
donde parece estar hoy el meollo de la integración europea.
Al tratarse de las economías
en desarrollo, casi por fuerza también economías mixtas, resulta igualmente
peligroso el énfasis en la integración de mercados con medidas exclusivamente
negativas (de remoción de obstáculos). La desatención hacia la
"integración de políticas", exceptuadas las que conciernen a las más
elementales reglas de competencia, es en la práctica una de las fallas más
serias, como se tendrá ocasión de comentar al tratarse de la integración
entre países en desarrollo.
2. Por las
responsabilidades asignadas al estado en el funcionamiento de la economía
El tema está vinculado a la
discusión anterior sobre "integración de mercados e integración de políticas"
y a las críticas de Pelkmans a la "dicotomía de la teoría de la
integración". Para este autor, los EM de la CE son economías mixtas por
evolución histórica y eso lleva forzosamente a preocuparse desde el principio
por la integración de políticas. Las economías en desarrollo, y
particularmente las de América Latina, lo son también, a pesar de la actual
boga del Estado liberal. La integración, sea cual sea la etapa de su evolución,
no puede prescindir de tomar en cuenta las políticas de desarrollo, en especial
el cambio de estructura productiva, y de apoyarlas.
3. Por el grado de
desarrollo económico de los países participantes
Por razones obvias, nos
ocuparemos exclusivamente de la integración entre países en desarrollo y la
aplicabilidad del modelo convencional a sus necesidades. La breve descripción
anterior (Sección III) de la teoría y de su evolución nos exime en alguna
medida de profundizar en la argumentación.
Para empezar, basta con
revisar algunos de los criterios que se han establecido para apreciar a priori
si una UA puede ser o no beneficiosa para darse cuenta que las condiciones de la
generalidad de los países en desarrollo, salvo pocas excepciones, no son
favorables a la creación de comercio en una integración entre sí. Para
referirse solamente a una de esas condiciones: el comercio exterior de un país
en desarrollo con sus socios antes de la Unión representa, por lo general una
baja proporción del comercio total. Hay poco lugar, por lo tanto, a una creación
de comercio. Si esos fueran los criterios, la integración económica entre
estos países no sería, por lo general, aconsejable.
Las modificaciones
posteriores de la teoría, aún en el marco básico original, indican que los
criterios de creación y desviación de comercio en muchas circunstancias son
irrelevantes en el caso de los países en desarrollo: la creación del comercio
puede reducir el bienestar y la desviación aumentarlo. Estos efectos se dan
cuando se eliminan algunas de las hipótesis iniciales del modelo para acercarlo
a la realidad. Por ejemplo, el supuesto de equilibrio en los mercados y la
ausencia de diferencias entre precios sociales y de mercado. Como lo opuesto
suele ser la regla en economías en desarrollo, los criterios de creación y
desviación de comercio dejan de ser aplicables con el sentido postulado en la
teoría. Con frecuencia, la desviación de comercio es generadora de ganancias
en bienestar y no lo contrario. Tal resultado puede presentarse en la práctica
con la expansión de exportaciones facilitada por la Unión (la teoría original
sólo consideraba los efectos sobre el país importador) y las múltiples causas
de las distorsiones de mercado (economías externas, desequilibrios en los
mercados del trabajo, ciertos casos de industrias incipientes, etc.)
(Ffrench-Davis 1980: 76-82).
La consideración de las
economías de escala, cuyo aprovechamiento es una motivación fundamental de la
integración para los países en desarrollo, no sólo destaca la no pertinencia
de los criterios del paradigma ortodoxo, sino conduce, dentro del mismo marco de
análisis, a conclusiones sobre políticas muy distintas a las postuladas por la
teoría. Como ya se señaló, en ese caso, para la obtención de los beneficios
del comercio la liberalización es condición necesaria, pero puede no ser
suficiente. En ciertos casos harían falta, además, acuerdos de especialización
y suplementar el mercado con una planificación.
Una manifestación clara de
la irrealidad que rodea a la teoría es la apelación de Cooper y Massell y de
Johnson a la llamada "preferencia a la industrialización", dentro de
la concepción de la "Teoría de la Elección Pública". Calificada
como un "argumento no económico", es una justificación de la
integración, inclusive cuando ésta se inclina pesadamente por la desviación
del comercio. Este argumento es particularmente pertinente para países en
desarrollo. En la teoría del desarrollo hay bases para justificar la necesidad
de la industrialización y no habría razón para recurrir a argumentos "no
económicos" si se la considera como uno de los fenómenos dinámicos que
la integración puede favorecer.
En esta área está
justamente el campo de mayor divorcio entre la teoría y la concepción de la
integración. Se ha mencionado el relieve que tiene entre países en desarrollo
la motivación del cambio de estructura de producción y comercio. El comercio
sobre el patrón actual puede ser importante y dejar beneficios, pero el interés
fundamental reside en aprovechar las posibilidades del intercambio para
modificar sus estructuras como un fenómeno del desarrollo, llámese esa
modificación industrialización o modernización. Son parte de los efectos dinámicos
de la integración que hasta hoy no han sido tratados adecuadamente ni por la
teoría convencional ni por teorías alternativas, lo que no implica que no sean
cruciales ni impide que constituyan la preocupación de las más serias entre
las políticas de integración de los países en desarrollo.
4. Heterogeneidad entre
los países participantes
La Teoría de la Unión
Aduanera no se plantea el problema que pueden significar las heterogeneidades en
el grado de desarrollo, dimensión de mercados o estructura económica entre los
países participantes de una agrupación de integración. Al desatender la
cuestión de distribución de beneficios y costos, pasa por alto una de las
consecuencias más serias de la desigualdad y la resuelve con un criterio de
bienestar que evidentemente es insatisfactorio ante las situaciones reales de la
integración. Al suponer equilibrio entre importaciones y exportaciones de cada
miembro, elude, inclusive, uno de los efectos más directos y graves de la
concentración de beneficios, efecto que sí se considera, en cambio, en el
cuerpo distinto de análisis de los ajustes monetarios y de balanza de pagos.
En ese contexto, el modelo
convencional tendrá validez únicamente para integraciones cuyos participantes
se acerquen a la homogeneidad en ciertas características económicas claves
para afectar la distribución de beneficios. Creemos que para los países en
desarrollo tiene esa importancia el grado de desarrollo industrial alcanzado por
los participantes antes del establecimiento de la Unión, el cual, dadas ciertas
condiciones, que son las de América Latina, estaría asociado positivamente al
tamaño del mercado nacional previo a la integración. Existen, sin duda, otros
orígenes de heterogeneidad (Salgado 1977: 4-14) y en los países desarrollados
éstos pueden ser más importantes que la característica mencionada. No se ha
examinado el tema en profundidad, pero intuitivamente puede pensarse que son
dables situaciones de heterogeneidad que, inclusive por razones distintas a la
distribución de beneficios, hagan imposible la convergencia hacia formas
superiores de integración. Puede tratarse aún de causas no económicas como
aquellas a las que alude R. Cooper (Cooper 1976: 41-53) al referirse a los
conflictos que pueden suscitarse por diferencias en las preferencias sociales
(bienes públicos) entre las comunidades que se integran.
La experiencia de las
agrupaciones del mundo en desarrollo demuestra la importancia crítica que tiene
para ellos el evitar la concentración de los beneficios de la integración. En
una alta proporción de los casos, esa concentración se ha apreciado sobre todo
en relación con el desarrollo industrial. El tema es complejo (se examinan
estos problemas y se hace un intento de generalización en Salgado 1977) y es aún
más difícil el imaginar soluciones cuando la heterogeneidad es muy marcada;
pero es un problema real que si no es atendido pone en juego la estabilidad de
la Unión. H. Johnson destaca ese riesgo cuando afirma: "la hipótesis de
la preferencia por la producción industrial implicaría que todo acuerdo de UA
incluyese disposiciones tendientes a asegurarse que cada miembro obtuviese una
"parte justa" de la producción industrial y, en particular, que el
crecimiento de la producción de la Unión no se concentre en uno o en pocos países
a costa del resto" (Johnson 1977: 363).
Los conflictos que esas
diferencias originan pueden ser tan serios que la misma viabilidad de la UA
estaría amenazada si no se encuentran medios para neutralizar o compensar sus
efectos. Son los intentos de tratamientos preferenciales, tan socorridos como
ineficaces, de la vieja integración latinoamericana. Es posible inclusive
simular situaciones de una extrema heterogeneidad en que no es dable encontrar
un medio de compensación suficiente dadas las expectativas. En ese caso, una
integración profunda es inviable, a menos que exista una voluntad política en
el país más beneficiado que le lleve a desconcentrar voluntariamente. Que el
tema es de importancia también para la integración entre los países
desarrollados, quizás por otras razones de heterogeneidad, lo demuestra el énfasis
puesto por los Estados más débiles de la CE en la creación del Fondo de
Cohesión, típico instrumento de compensación, en el Tratado de Maastricht.
V
La segunda pregunta a la que
debe dirigirse la ponencia es la siguiente: ¿Tienen tales "modelos"
determinados prerrequisitos económicos e implicaciones específicas para el
diseño de las políticas públicas?
El breve análisis anterior
nos lleva a la conclusión de que el modelo convencional -la Teoría de la Unión
Aduanera con las modificaciones posteriores que caben en su marco básico- no es
generalizable y esto es particularmente cierto para la integración entre países
en desarrollo, como lo son todos los de América Latina con algunas diferencias
de grado. La teoría ortodoxa ha servido para esclarecer ciertos efectos de la
liberalización de mercados, permitiendo inclusive su medición. Pero hay otros
efectos, y ciertamente muy importantes, que se escapan a su marco conceptual y
entre ellos están los que más impacto y consecuencias pueden tener para los países
en desarrollo.
La pregunta se interesa por
los prerrequisitos económicos que tendría eventualmente ese modelo si fuera
generalizable. El examen de las características de las distintas categorías de
integración creemos que argumenta convenientemente que esos prerrequisitos no
se dan cuando se trata de países en desarrollo. Es posible que ellos se reúnan
en algún caso ideal de economías desarrolladas, pero definitivamente no se
cumplen en economías como las nuestras. El modelo no deja de ser útil al
identificar fenómenos que deben ser tenidos en cuenta en toda integración,
pero eso no es suficiente para servirse de él como un planteamiento coherente
para las políticas de integración.
Es pertinente afirmar, por
otra parte, que no existe un modelo alternativo riguroso en el cual apoyarse
para justificar, instrumentar y evaluar la integración económica entre países
en desarrollo. Hay un sinnúmero de observaciones, análisis y experiencias que
iluminan aspectos claves de los procesos de integración, pero falta un modelo
sistemático y coherente del conjunto. Ello puede deberse a las propias
insuficiencias de la teoría dinámica del desarrollo, donde el modelo de
integración tendría que insertarse, o, quizás, es atribuible a las
limitaciones inherentes a la ciencia económica en su estado actual frente a una
realidad tan compleja como la social.
Para responder positivamente
a la pregunta respecto a las implicaciones específicas para el diseño de políticas
públicas y en ausencia de una teoría, hay que recurrir a ese acervo de
observaciones, análisis y experiencias a que antes se ha aludido y señalar con
buen sentido los rumbos que convendría que siguieran las políticas públicas
para aprovechar la integración en pro del desarrollo de la sociedad. La
respuesta no tiene la pretensión de ser válida para todas las circunstancias.
Se ha tenido en cuenta especialmente la integración latinoamericana, pero
algunas de estas observaciones pueden ser útiles a otras zonas del mundo en
desarrollo. Estas se resumen así:
Es interesante comparar estos
juicios sobre una política de integración adecuada a nuestras condiciones, con
las líneas de política que se derivan de las tesis de la teoría original de
la UA, tal como ellas se exponen al final de la Sección III. El contraste es
notorio. Sin embargo, estas últimas son en la práctica las políticas que la
integración latinoamericana de modo casi general ha adoptado en los últimos
tiempos.
NOTAS
1)En
el texto no se puede ir más allá que referirse a la teoría y a las críticas
más importantes suponiéndolas conocidas.- Las referencias a la literatura serán
solo las imprescindibles. Se remite al lector a dos recopilaciones en español
que resumen gran parte de la bibliografía relevante: véase Andic y Teitel 1977
y Salgado 1989.
2)Creación
de Comercio: Sustitución de la producción propia por la de menores costos del
socio. Desviación de comercio: Sustitución de importaciones de terceros de
menores costos por la del socio de costos más altos.